Compartimos la entrevista que nos realizaron del canal «TN», allí pudimos conversar sobre la labor que realizamos con los perros «agresivos» del refugio.
Les dejamos el link completo a la nota
Pitbulls agresivos: un refugio los rehabilita para que vuelvan a casa o los adopten otras familias
Junior y Pirata están juntos pero separados. Se observan, se huelen y se ladran a través de un alambrado que los divide por precaución. Ambos son pitbulls, los más temidos de un refugio en el que viven otros 200 animales rescatados de la calle en la localidad bonaerense de Moreno.
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Hace algunos años, los perros fueron acusados de matar a una persona en la vía pública. Su dueño se desprendió de ellos y fue el Instituto de Zoonosis el que los cobijó en jaulas de cuatro metros cuadrados. Meses más tarde, la Asociación Protectora de Animales (APRANI) aceptó el arribo de Junior y Pirata con un propósito: llevar a cabo una terapia conductual para intentar revertir sus comportamientos y que sean reinsertados en la sociedad.
Alicia Barreto, veterinaria y fundadora de APRANI, abrió las puertas del predio en el que, desde 2006, funciona la ONG que también alimenta y cuida la salud de otros perros, gatos, conejos, aves, chanchos y caballos, entre otros animales.
“Rescatamos animales en situación de riesgo o crisis. Los curamos y cuidamos, tratamos de darlos en adopción. Está un poco lento este proceso, pero ese es el objetivo: insertarlos en hogares donde puedan ser felices”, explicó Barreto a TN.
La mujer reveló que actualmente la capacidad de su refugio está completa. “Siempre fueron más los animales que llegaron que los que se fueron. Solemos rescatar a perros que están en emergencia o aquellos que nos dejan en la puerta. Pero tenemos la necesidad urgente de dar perros en adopción”, explicó.
Muchos de estos animales llegan por Zoonosis, aunque la gran mayoría son encontrados en la calle o dejados en la puerta del mismo refugio. “Los atan en los postes de luz o en el portón. Cajas con cachorritos, incluso con la madre alimentándolos. En un principio me daba bronca, porque veía la maldad del ser humano. Es como dejar un hijo, yo lo siento de esa manera”, dijo Barreto.
La veterinaria detalló que su refugio se solventa con donaciones. No poseen aportes municipales, provinciales ni nacionales. Tampoco el aval de alguna gran empresa. Las donaciones son privadas y se utilizan para abonar los salarios de los pocos trabajadores que poseen, las consultas y atenciones médicas, y la alimentación, la cual supera los $200 mil por mes.
Entre los animales que viven en APRANI sobresalen los perros agresivos, quienes pasan sus días resguardados y apartados del resto de la población canina.
“Intentamos solucionar esos problemas, o aliviarlos, para que puedan irse en adopción o para que puedan vivir en un parque como este. Para que desarrollen sus habilidades vitales y cuenten con comida, sol, árboles, un lugar amplio y atención veterinaria”, sostuvo Barreto.
“La mayoría de los perros agresivos que tenemos son pitbulls. No porque sean más agresivos que otros, sino porque muchas personas los tienen en sus casas por status o seguridad. En estos barrios es así. Como que el pitbull sirve para justamente mostrar el perro que tienen”, agregó la veterinaria.
Barreto detalló que los refugios no suelen acoger perros con antecedentes agresivos.La razón es sencilla: están colmados y no tienen lugar para ellos. “A veces los sueltan en la calle, empiezan a hacer desastres y terminan en Zoonosis”, contó la mujer.
Cómo darse cuenta de que un perro puede volverse agresivo
Para Barreto, las muestras de que un perro transita el camino de la agresividad son fáciles de detectar. “Por ahí no es tan repentino, el animal muestra señales y a veces son malinterpretadas o estimuladas. Por ahí gruñe y sus dueños lo hacen gruñir más para que tenga más carácter”, indicó.
“A veces me mandan un mail en donde me dicen que al perro lo criaron como un bebé, que dormía en la cama de su hijo y que una noche llegó su marido y lo mordió. Que terminaron en la guardia del hospital. Bueno, ahí está la respuesta: lo humanizaron, le dieron el lugar que no correspondía”, continuó. El tratamiento que reciben los perros agresivos -en APRANI hay alrededor de 30- es conductual y farmacológico.
“Llegan por situaciones que ocurrieron fuera de este predio. Un perro se vuelve agresivo, en un 95% me inclinaría a decir, por la mala educación que la da su dueño. Por los malos hábitos que el perro crea. A veces por falta de conocimiento: las personas piensan que están haciendo algo bueno y se olvidan que es un perro”, manifestó Carlos González, encargado de APRANI.
El enfermero veterinario brindó más precisiones acerca de por qué un perro se torna imposible de controlar: “Cuando no hay una educación o un adiestramiento, ni se pone en claro qué lugar ocupa él en la casa, pasan estas cosas. El perro prueba los límites desde que es cachorro. A veces lo dejamos porque causa gracia, o porque parece divertido, pero se está creando un hábito que va a traer consecuencias a futuro. Y en la mayoría de los casos consecuencias graves”.
“Cuando llegan al punto de atacar y matar a una persona, el perro se siente empoderado por la mala educación que tuvo. Estos perros, aparentemente por las cicatrices que tienen, fueron usados para pelea. El perro pierde respeto por la persona, a la que ve como una presa”, explicó González.
“Si ataca a alguien del grupo familiar el perro ya dio señales. Yo aconsejo no tomar represalias contra el perro, de ninguna manera. El perro -para mí- no es el culpable de lo que hizo. Lo importante es prestar atención a aquello qué pasó y en que se falló”, prosiguió.
Un tratamiento a largo plazo para intentar reinsertar a los perros agresivos en la sociedad
“Mi tarea, más allá de digitar el trabajo con los chicos que nos ayudan, es ayudar a los veterinarios con las revisaciones y el control absoluto de los animales del lugar”, dijo González, quien especificó que uno de sus principales desafíos es lograr que estos perros agresivos, con antecedentes de ataques que incluso han derivado en la muerte de sus víctimas, puedan convivir entre humanos.
“Les proporcionamos una droga que actúa a largo plazo para lograr un equilibrio emocional en el perro. Y lo que tiene que ver con lo conductual, que va a acompañado, es pasarlo a un parque y ver si se deja poner una correa. Si demuestra estar de manera agresiva o si es sumiso. Todo lo charlamos con Alicia y con los veterinarios etólogos”, relató González.
“Vemos qué técnica utilizar con cada uno, porque hay perros que se dan con humanos, pero ven otro perro y lo quieren matar. O viceversa. Incluso otros que no pueden ver ni perros ni humanos. Cuando llega un perro de esta característica, siento que el perro no tiene la culpa de lo que hizo y sentimos el compromiso de ayudarlo. Creemos que se pueden recuperar de lo que hicieron”, sostuvo el adiestrador.
“Solemos utilizar un dogal para cuando no obedecen. Lo que provoca es que el hocico se le vaya para bajo. La búsqueda es modificar algo clave: recordarle que ellos no mandan”, agregó.
González recomendó que, a la hora de adoptar un pitbull por ejemplo, se le haga hincapié al animal en donde debe hacer pis o caca. También que aguarde la orden para salir de la casa y que duerma en el fondo y no adelante de la propiedad. Que coma su alimento en un horario diferente al de la familia y que exista una palabra clave mediante la cual el perro reconozca los límites.
“La gente debe entender que el perro no cuida la casa, solo protege su sector. Se adueña de ese espacio. Por eso ante cada orden obedecida hay que darle una recompensa, una caricia o una galletita”, remarcó el enfermero veterinario.
Y completó: “Se ha instalado algo que a veces tiene que ver con la estupidez. Hay épocas que los perros se ponen de moda. En una época el dóberman, después los rottweiler, ahora los pitbull. Piensan que les da status, pero el perro no hace al hombre”.
Cámara y realización: Leandro Heredia.
Edición de video: Berenice Laciar.